Te propongo un trato

Me dirijo a ti.

Si, a ti que me lees. Tú que seguramente estés ahora tirado en el sofá, con la televisión de fondo, paisaje omnipresente de una globalizada vida cualquiera.

Insisto porque quiero que lo entiendas con total profundidad. Con absoluta claridad y certeza. En toda su específica inmensidad. Te escribo a ti y a nadie más. Tenlo muy presente durante todo este artículo.

Y sin perder de vista lo anterior, te lo digo claramente y sin ambages: lo deseo con toda mi alma, con todas mis fuerzas y de todo corazón: 

Muérete. ¡Muérete ya! Muérete una y mil veces.

Porque es obvio que así va a ser aun sin que yo lo desee. Es más: te vas a morir aunque tú todavía no lo sabes. Lo desconoces incluso si eres de esos que han visto la muerte de cerca. Lo ignoras, lo rechazas, lo escondes en lo más oscuro y profundo de tu consciencia. Pero así es. Así será tarde o temprano.

Ya te estás muriendo, lo estás haciendo en este preciso instante. Cada segundo que pasa te acerca un poco más a lo ineludible. Te queda mucho menos de lo que imaginas. Y, no lo dudes, siempre llega por sorpresa, incluso tras una larga y anunciada agonía. Métetelo en la cabeza. Nacer es empezar a morir.

Pero ahí no acaba esta gran verdad. No sólo tú vas a morir. También lo hará (si no ha ocurrido ya) tu madre, tu padre, tus hermanos, tus hijos, tu pareja, tu mascota, tus plantas y todo bicho viviente de este mundo.

¿Va quedando claro? ¿Entiendes que tú, si tú, te vas a morir?

Así que mi deseo no debe ofenderte, aunque no me importa si lo he hecho. Porque no se trata de eso. La cosa no va por ahí. Mi deseo, es sólo uno:
Mi deseo es hacerte pensar continuamente en la muerte desde todos los puntos de vista que seas capaz de imaginar. Quiero que dejes de ocultarlo como algo muy lejano. Como algo en lo que no vale la pena pensar. Porque ahí radica el mayor error de todo ser vivo pensante. El error de rechazar la mayor certeza en tu vida, lo único que no te va a fallar: el hecho de que vas a morir.

Porque sólo entonces, sólo así, entenderás la grandeza de lo que tienes, de lo que eres y de todo lo que, si quieres, puedes hacer. Sólo así entenderás todo lo que te estás perdiendo.

Te veo.

Llegados a este punto, sé lo que estás pensando. “Empezaba bien el artículo, pero se ha estropeado. Al final, ha caído en el tan manido tópico. El famoso carpe diem. Qué fácil decirlo.”

Y te sigo. Te sigo en tu devenir mental inmediato.

“¿Y? Ya lo sé. Siempre lo he sabido. No hay nada nuevo en esto. Mi vida no va a cambiar. En mi interior lo tengo muy claro: soy una persona mediocre, uno más, con un trabajo (con suerte), un sueldo más o menos justo, una familia, una pareja, un perro… estoy perdiendo el tiempo. Voy a cerrar la página, no es lo que estaba buscando”.

Espera.

No cierres aún.

Respóndeme(te) a una pregunta antes de irte. ¿Cómo has llegado aquí, a este artículo? Es muy probable (no soy adivino, es una sencilla lógica) que tu motivo fuese alguno de estos:

-          Cómo ser feliz.
-          Cómo cambiar mi vida.
-          Cómo tener más seguridad en mí mismo.
-          Cómo vencer mis miedos.
-          Formas de ganar dinero desde casa.
-          Cómo escribir un blog y ganar dinero.
-          Ideas de negocio en internet.
-          Cómo hacerse rico.
-          Y mil y una frases de la misma o similar índole…

No me río de ti. No sé las veces que yo mismo he lanzado búsquedas de este tipo en google. Por mil razones. Las mismas que tú.

Porque yo también soy un tipo mediocre. Un tío corriente con familia, pareja y mascota que un día de estos la va a palmar. Yo también estoy tirado en el sofá. También tengo la televisión de fondo, sin mirarla, sólo para que me haga compañía mientras escribo estas letras y espero a que mi mujer regrese del trabajo.

Yo también me rasco el culo para después olerme el dedo.

Pero esto no es más que el comienzo. Si tú quieres.

Hay mucha basura en internet sobre los temas arriba mencionados. Tú lo sabes porque te has frustrado tantas veces como yo. Cuántos domingos, tirado en el susodicho sofá, has caído en los mismos errores. Has pensado: todo sigue igual o peor, no he hecho nada de provecho y mañana vuelve a ser lunes… de vuelta a la rutina, de vuelta a aguantar a insufribles compañeros, jefes hijos de puta, políticos sin escrúpulos, atentados, desgracias, televisión basura, hipocresía, control social, borregos, envidias…

Pero… ¡Qué cojones! Ahora lo recuerdo. ¡Yo mismo me estaba olvidando de lo más importante!

Ahora ya no me dirijo a ti, que todavía me lees, sino a mí mismo y lo grito con más fuerza si cabe. ¡TE VAS A MORIR! ¿Quieres seguir así hasta el final? ¿Quieres seguir esperando a esa racha de suerte que nunca llega? ¿Esa idea “original” que no aparece? ¿Quieres seguir conformándote con la mediocridad?

Yo ya he comenzado a cagarme en los muertos de mucha gente.

Yo ya he comenzado a desear la muerte de mucha gente, empezando por ti.

Yo ya he comenzado a moverme, a hacer lo que sea pero a hacer algo sin perderme en la búsqueda de la originalidad que nunca llega. Me he levantado del sofá. He pulsado el botón rojo de la televisión.

Porque quiero que, en mi deseo de muerte, comencemos a vivir de verdad, con miedo (no
seamos hipócritas) pero con la valentía de afrontarlo. Con las ganas de hacer algo más allá que tirarnos en el sofá a tragar basura televisiva y buscar listas absurdas en internet sobre la ansiada felicidad, la riqueza o, en el mejor de los casos, una buena película porno.

Te propongo unirte a ésta mi comunidad, ahora que está tan de moda… pero te quiero vivo, no tu versión de muerto viviente ni tu imagen globalizada… te quiero como un ser original, único, no como un borrego que sigue a las masas. Juntos pero con identidad propia e individual.

Escríbeme si te atreves. Cágate en mis muertos. Desea mi propia muerte con todas tus fuerzas. Y yo te leeré. Te publicaré. Confía en mí, lo voy a hacer, si en mi opinión (no lo dudes, esto no es una democracia) vales la pena. Quizás por el camino nos empecemos a divertir y descubramos varias formas de lo que significa morir… y, por consiguiente, vivir.
Caguémonos en los muertos de los que nos roban cada día.

Propongamos ideas de cambio, de lucha constructiva.

En forma de ensayo, de relato, de lista (¿por qué no si funciona?), de receta, de alegoría, de cuento, de poesía…

A lo mejor, de paso, hasta ganamos dinero. Porque no lo dudes: al igual que tú, yo también me huelo el dedo después de rascarme el culo.

Seamos héroes de la mediocridad y, quizás, sin darnos cuenta, redefinamos el sentido de ese concepto.


¿Comenzamos?

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